martes, 4 de noviembre de 2014

La Biblioteca de Torre Pacheco premiada con el Premio María Moliner

XVI Campaña de Animación a la Lectura María Moliner del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, la FEMP y la Fundación Coca-Cola
27 de octubre de 2014
 
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  • Las 300 bibliotecas recibirán lotes de libros por valor de 640.000 euros financiados por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte
  • Los proyectos de las bibliotecas de los municipios de Soto del Barco, Fuente el Saz de Jarama y Torre Pacheco han sido elegidos como los mejores en su categoría y recibirán 12.000 euros financiados por la Fundación Coca-Cola
La Comisión de Valoración de la XV Campaña de Animación a la Lectura María Moliner, convocada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) y la Fundación Coca-Cola, han seleccionado, entre 608, los 300 mejores proyectos de promoción de la lectura presentados por bibliotecas municipales de toda España. Los seleccionados recibirán cada uno un lote de 180 títulos. El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte financia este premio con un presupuesto de 640.000 euros. El listado de los 300 seleccionados se hará público en unos pocos días, cuando finalice el procedimiento de concesión.
Además, la Comisión ha determinado qué tres proyectos resultaban distinguidos con los premios especiales, dotados con 12.000 euros destinados para la biblioteca de la localidad, y financiados por la Fundación Coca-Cola.
Estos municipios han competido en tres categorías diferenciadas, según su población, menos de 5.000 habitantes, entre 5.001 y 20.000 habitantes y entre 20.001 y 50.000 habitantes. Los premios otorgados son los siguientes:
- Premio María Moliner al mejor proyecto de animación a la lectura a municipios de menos de 5.000 habitantes con 12.000 euros, al presentado por la Biblioteca Ildefonso Fierro Ordoñez de Soto del Barco (Asturias) por el proyecto “Ahora Ágora”.
- Premio María Moliner al mejor proyecto de animación a la lectura a municipios de entre 5.001 y 20.000 habitantes con 12.000 euros, al presentado por la Biblioteca El Pilar de Fuente el Saz de Jarama (Madrid) por el proyecto “Leyendo en Fuente el Saz”.
- Premio María Moliner al mejor proyecto de animación a la lectura a municipios de entre 20.001 y 50.000 habitantes con 12.000 euros, al presentado por la Biblioteca Municipal de Torre Pacheco (Murcia) por el proyecto “La fascinación de las palabras”.
Han recibido menciones especiales la Biblioteca Municipal de Lobón (menos de 5.000 habitantes), la Biblioteca Municipal de Ermua (de 5.001 a 20.000 habitantes), y la Biblioteca Municipal Almudena Grandes de Azuqueca de Henares (de 20.001 a 50.000 habitantes).
El proceso de selección se ha llevado a cabo mediante el análisis de una serie de criterios: se tienen en cuenta la claridad e interés del proyecto para la animación lectora, la buena planificación y viabilidad, así como la originalidad y la inmersión en nuevas tecnologías que contenga la propuesta.
La Campaña de Animación a la Lectura María Moliner ha contado a lo largo de todas sus ediciones con más de 11.000 proyectos presentados y más de 2.500 municipios participantes. Más del 50 por ciento de los 4.526 Ayuntamientos de menos de 50.000 habitantes han concurrido en alguna ocasión a esta iniciativa.
Más de tres lustros después del nacimiento de esta iniciativa, la Campaña de Animación a la Lectura María Moliner sigue estando presente en toda España, y continúa demostrando que todas las iniciativas son válidas, independientemente del número de habitantes que tengan las localidades que las proponen.
La Comisión de Valoración ha estado formada Mónica Fernández Muñoz, subdirectora general de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas; María Molina Álvarez de Toledo, vocal asesora de la Dirección General de Política e Industrias Culturales y del Libro; Javier Serena Garralda, jefe de área de Promoción del Libro y la Lectura; Esther García Romero-Nieva, directora general de Políticas Locales de la Federación Española de Municipios y Provincias; Ricardo Villarino Calvo, subdirector de Educación y Cultura de la Federación Española de Municipios y Provincias; Juan José Litrán, director de la Fundación Coca-Cola; Beatriz Arribas, gestora de proyectos de la Fundación Coca-Cola; Unai Cuevas Arano, técnico de la Dirección Cultural de Patrimonio Cultural y representante de la CCAA del País Vasco; César Salinero Bombín, director de la Biblioteca de Castilla y León y representante de la CCAA de Castilla y León; María Ángeles Chacón Guzmán, jefa del Departamento de Difusión Biblioteca de Andalucía y representante de la CCAA de Andalucía; y Ángeles Rodríguez Vela, funcionaria del Servicio de Promoción de la Lectura de la Subdirección General de Promoción del Libro.

lunes, 13 de octubre de 2014

Libros electrónicos

Para todas la personas que tengan carnet de la Biblioteca de Torre Pacheco y de la Red de Bibliotecas Públicas de la Región de Murcia, ya está accesible la plataforma de libros electrónicos: https://bibliotecaregional.carm.es/Biblioteca/faces/noticia.jsp?idioma&pagina&id=2296
eBiblio Murcia es un servicio de la Red de Bibliotecas Públicas de la Región de Murcia que hace posible la lectura de libros electrónicos a través de Internet.

martes, 30 de septiembre de 2014

Hora del Cuento

Todos los miércoles de 17:15 a 18:15 h.
Cuota mensual 10 euros
Inicio: miércoles 5 de noviembre
Lugar: Biblioteca de Torre Pacheco



 

viernes, 12 de septiembre de 2014

Club de Lectura

Después de las vacaciones de verano, reanudamos nuestros encuentros en el Club de Lectura de la Biblioteca Pública Municipal de Torre Pacheco. El martes, 23 de septiembre a las 17:30 comentaremos la obra titulada "El día antes de la felicidad" de Erri de Luca.
Nos reunimos una vez al mes, habitualmente los martes.  Puedes acercarte a conocer la actividad, e inscribirte si deseas participar. 
 
 
Sipnosis
Don Gaetano es un hombre para todo que vive en un edificio de viviendas de la Nápoles populosa y salvaje de los años cincuenta. Electricista, albañil, portero de los cotidianos infiernos de la vida, sabe leer también el pensamiento de las personas, y de él recibe su enseñanza el protagonista de esta novela, un inquieto huérfano de silenciosas pasiones. Ágil y despierto, el muchacho aprende a desafiar a los compañeros, a escalar los muros para recuperar balones perdidos, a detener su mirada en las ventanas. A una ventana en particular ha seguido mirando, aquella en la cual un día apareció una niña que, más tarde, volverá para solicitarle un amor imposible... El joven crecerá a través de los relatos de Don Gaetano, pero también en la memoria de una ciudad –ofendida por la guerra– que supo rebelarse contra la ocupación alemana. Y aprenderá que la vida es ritual, pasión, desafío, sangre, un camino necesario para alcanzar la madurez. ¿Acaso en esto consiste la felicidad?

jueves, 4 de septiembre de 2014

viernes, 8 de agosto de 2014

FRIGOCAMBIO

 Nuestra Biblioteca Pública Municipal comparte la iniciativa “Frigocambio de libros” puesta en marcha por la Biblioteca Pública Yamaguchi-Yamaguchiko Liburutegi Publikoa (Pamplona). Sus bibliotecarios Ana, María y Nacho han idea...do una variante del BrookCrossing .
Ofrecemos ahora también la posibilidad de intercambiar libros y coger el libro que más te apetezca. A cambio debe dejar uno suyo que ya no quiera conservar y que desee compartir con otros lectores.
Aprovechamos el verano para invitaros a degustar de los menús refrescantes que ofrece esta nevera de lecturas.
También puedes donar tus libros 
con el objeto de que sean leídos por otros.

Préstamo de portátiles y libros electrónicos

 
Tenemos libros electrónicos para el préstamo a domicilio y portátiles para prestar en sala, pídenoslos!!

miércoles, 30 de abril de 2014

PREMIADO EN EL III CONCURSO DE MICRORRELATOS DE LA BIBLIOTECA PUBLICA DE TORRE PACHECO

José Ignacio Señan Cano

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 ACABAR DE UNA VEZ
            Hoy mamá va a probar con la pistola. No es que ella sea una experta en eso de manejar armas, pero cree que apuntando desde cerca acabará de una vez con tanta tontería.
            Desde luego a lo que no está dispuesta es a fracasar de nuevo como la semana pasada, cuando el plato de papá con la sopa envenenada se lo tomó por error la abuela.
            Esta vez está segura de no fallar. Ni siquiera ha guardado en el armario el traje negro...

PRIMER PREMIO XXI CONCURSO DE NARRACIONES CORTAS VILLA DE TORRE PACHECO

Francisco Javier Angulo Arriaga

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El Gran Cretton

Hoy Le Grand Cretton debería haber comparecido de una vez por todas en el Teatro de la Ópera de St. Lazarus después de tres aplazamientos. Las entradas están agotadas desde que anunció la llegada de su espectáculo a nuestra ciudad, hace más de 10 meses. Aunque el precio es desorbitado con Cretton el lleno siempre está garantizado. Para poder entender por qué nuestro protagonista suscita una expectación que cabe calificar de rabiosa resulta conveniente destacar algunos hitos biográficos y  artísticos de su carrera.

            En 1869 Cecil Craighton pisa las tablas por primera vez y un lanzador de dagas borracho le salta el ojo izquierdo. Cuenta con diecisiete años, es huérfano y ha aceptado un dólar por simular prestarse como voluntario entre el público. Entre éste se encuentra la mujer que a la postre se convertirá en su esposa, Clara Le Fresnoy. Es cuatro años mayor que Cecil y acaba de heredar de su padre la tienda de abastos, la armería  y la funeraria ‘Las Puertas del Cielo’. Los cuidados de Clara durante la convalecencia acaban en boda dos años más tarde en la iglesia presbiteriana de Oyohusa.

            La pasión de Cecil por el espectáculo de variedades, lejos de atemperarse tras el accidente con el puñal, es cada vez más intensa. El amor entre ambos crece en la misma medida y ella se convierte en una fervorosa admiradora de sus cada vez más arriesgados números. En los ensayos se producen algunos incidentes sin importancia que no van más allá de algunos cortes y magulladuras. Clara participa como asistente y, merced a una desahogada posición económica, deciden alquilar el pequeño teatro del pueblo para presentar a Cecil en sociedad.

            La noche del 15 de marzo de 1874 el Rushfield Odeonde Oyohusa cuenta con una entrada aceptable de unos 170 vecinos. Tras una serie de habilidosos malabares con antorchas y cuchillos, muy aplaudidos por los asistentes, los acordes graves del piano anuncian el número culminante: Una puesta en escena de “El Péndulo”, de Edgar Allan Poe, con una ligera variación. El “reo” se enfrenta al público en posición decúbito lateral con los brazos extendidos a lo largo de los muslos mientras el gran disco afilado se aproxima infinitesimalmente a su frontal en amplias oscilaciones. Al tratar de liberarse de sus ataduras Cecil pierde la nariz y el dedo pulgar del pie izquierdo con un par de cortes limpios en la cuarta oscilación del péndulo que provocan una explosiva profusión de sangre que rocía a las dos primeras filas. Mientras el público huye despavorido Clara frena el mecanismo y, tras recoger ambos apéndices, desata a su marido.

            En el mes de diciembre del mismo año, recuperado ya Cecil de sus heridas, la pareja convoca en el Odeon a sus conciudadanos para ofrecerles una “función de desagravio”. Frente a un auditorio abarrotado el escapista pierde el pulgar del otro pie y un testículo en la segunda oscilación. El chorro de sangre alcanza dos filas más que en la sesión previa y Clara recoge presurosa las dos porciones de su esposo.

            En 1875 Cecil rebana con precisión quirúrgica su propia lenguay pierde definitivamente el habla al tratar de tragar el sable de un húsar. A partir de ese momento es Clara la que ejerce de maestra de ceremonias y empieza a presentar a Craighton como Le Grand Cretton. Decididos a resarcir a su público repiten la función al cabo de dos meses y el tragasables sufre una grave perforación en el esófago. Solo dos años después de su debut Le Grand Cretton es ampliamente conocido en todo el estado.

            Al año siguiente estrena “Al abordaje” en un teatro de la capital y al abordar el galeón español un autómata que le espera agarrado a las jarcias le amputa el brazo derecho por debajo del codo con un certero mandoble. En un alarde de reflejos Clara captura el antebrazo en el aire antes de que este caiga a las tablas con alfanje y todo. En este punto de la trayectoria profesional de Cecil acuerdan evitar las “funciones de desagravio” por temor a dar al traste con tan lucrativo negocio.

            La Comisión de Espectáculos del Estado de Nueva Brunswick recibe infinidad de quejas de sufragistas, asociaciones filantrópicas y activistas de diversa índole solicitando la inmediata prohibición de las funciones. En un comunicado de la Comisión hecho público a través de los principales diarios del estado el 15 de noviembre de 1876 ésta manifiesta que “… y si bien se reconoce un desafortunado cúmulo de desgracias acaecidas durante las representaciones del señor Craighton, al que cabe sugerir un desempeño más diligente de sus actividades, no se puede asumir que el objeto de dichas actuaciones sea la autolesión por parte del artista. El señor Craighton ha justificado debidamente la tenencia de todas las licencias y autorizaciones pertinentes para el ejercicio de su profesión y estar al corriente del pago de todos las responsabilidades económicas derivadas de su ejercicio. Por todo ello, y en aras a proteger el ejercicio de la libre expresión artística reconocida en nuestro ordenamiento, desestimamos las reclamación suscrita por los colectivos de referencia. ”

            Las autoridades federales ratifican esta decisión al cabo de pocas semanas cuando la fama de los Craighton ya trasciende las fronteras del estado y sus actuaciones abarrotan las salas. En 1877 representa en un auditorio de un estado vecino nuevamente “El Péndulo”, pero en posición decúbito supino, tal y como describe el tormento el genial Poe. En el primerbalanceo del péndulo Cecil vacía su paquete intestinal a través de una profunda incisión desde el esternón al ombligo frente a un aforo repleto. Recobrado de la evisceración, en el 78 una guadaña le amputa el pie izquierdo a la altura del tobillo cuando representa “Cita con la Muerte”. En el 79 pierde tres dedos de la mano que le resta entre los dientes de una morena al ejecutar el número “Sopa de Pescado Mortal”. Clara emplea más de treinta minutos en recuperarlos del estómago del pez. En 1880 estrena “El Sombrerero Loco” y se desoreja al quitarse la ‘chistera-trampa’para recibir la enfervorecida ovación del público al finalizar la función.

            El pingüe beneficio acumulado a lo largo de los últimos seis años permite al matrimonio realizar frecuentes viajes a Europa, donde disponen de un par de propiedades. En la Semana Santa de 1881 deciden viajar en busca de descanso hasta su villa en el Puerto de Santa María, en el sur de España, y permanecen allí durante los diez meses siguientes. Mientras ella prepara la temporada y pergeña posibles funciones, él acude con asiduidad a diversos festejos taurinos en la región y queda prendado de la Fiesta Nacional.

            A su regreso presentan “Olé” y anuncian una gira que debe llevarles por las principales ciudades del sur del país. En el estreno y con la música de fondo del primer pasodoble, Cecil recibe con una verónica muy ajustada a un morlaco muy astifino de 540 kilos. La punta del pitón dibuja una línea recta y perfecta en el escroto del “torero” y el único testículo que le queda rueda hasta los pies de Clara, que asiste a la faena adornada con una peineta de carey.

            Hasta la fecha ésta ha sido la última función de Le Grand Cretton y a tenor de lo que leo en grandes titulares en la edición extra que acaba de caer en mis manos,no habrá más. Cecil murió el mismo día que llegó a la ciudad en la habitación de su hotel atragantado con el hueso de un níspero, a los que era muy aficionado. Alegando un episodio gripal y otra indisposición pasajera su esposa negoció los aplazamientos. Intrigado por la dudosa necesidad de solicitar tales aplazamientos una vez muerto su marido sigo leyendo.

            Los empleados traen en volandas al ayudante del sheriff al detectar un intenso olor a formaldehído y descomposición en las inmediaciones de la habitación del matrimonio. Tras aporrear la puerta durante un par de minutos se decide emplear la llave maestra para encontrar sobre la alfombra del recibidor de la suite un baúl abierto y varios tarros de cristal destapados de diversos tamaños en los que se observa un líquido turbio que parece ser formol. En cada frasco una fecha y una anotación.  
         Al fondo de la habitación, bajo el gran ventanal de la galería, el cadáver completo de Le Grand Cretton yace en el diván y su cabeza reposa en el regazo de su viuda componiendo al trasluz una Pietá desasosegante. En la mesa camilla más cercana al cabecero del diván un quinqué encendido permite observar el collage de ocres y grises que es Cecil y también permite a Clara Craighton, de soltera Le Fresnoy, dar las últimas puntadas con las gafas de cerca caladas en el puente de la nariz: “Buenas tardes caballeros. En cuanto acabe con esta oreja podrán proceder al levantamiento de un cadáver como Dios manda por cortesía de Pompas Fúnebres Las Puertas del Cielo”

         

ACCÉSIT DEL XXI CONCURSO DE NARRACIONES CORTAS VILLA DE TORRE PACHECO

José Angel Casas Barrigón
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GRIS
 

    HABRÍA jurado que salió de casa con su paraguas naranja, pero en el paragüero del vestíbulo de la biblioteca municipal tan sólo había uno de color gris. De su empuñadura pendía un sombrero.

Darío era un hombre meticuloso y en un día lluvioso como aquel nunca hubiera osado salir a la calle sin paraguas, así que con el gesto torcido ahogó su mirada verrugosa en el interior de la ancha boca del paragüero, por si aquella mañana se le había ocurrido engullir paraguas naranjas para desayunar. Pero no halló rastro de él.

Darío giró sobre sus pies con movimientos ajados en una lenta rueda de reconocimiento del vestíbulo, sin perder el gesto contrariado y entreverando los párpados, en un afán de buscar alguien, algo, que le diera una pista sobre el paradero de su paraguas. Era sábado y temprano, apenas había movimiento en la biblioteca, y sólo descubrió al ordenanza tras el recibidor, con gesto displicente y absorto en la lectura del periódico.

Tras mirarlo un momento, y dudando si molestarlo para preguntar por su paraguas naranja, echó la vista a través de los ventanales de la entrada. La lluvia, que desde la madrugada apenas si había concedido pequeñas treguas, estampaba sobre los cristales gotas de agua que resbalaban suicidas en carreras fulminantes. Absorto un instante en las lágrimas del cristal, se disgustó ante la idea de mojarse. Era propenso a los catarros, pero peor sería tener que aguantar la bronca de su mujer si llegaba a casa calado y escuchar una de sus cansinas frases: “Ya eres muy viejo para andar haciéndote el valiente por ahí.”

Permaneció inmóvil en medio de la entrada, inmerso en la acuática ensoñación de la lluvia, hasta que las sonrisas cómplices de una joven pareja que pasaba junto a él lo devolvieron a la realidad. Ella cerraba un paraguas de plástico transparente y en la acción descuidada de introducirlo en el paragüero rozó el sombrero que colgaba del paraguas gris, provocando su caída al suelo. Pero los dos jóvenes, que seguían con sus juegos de enamorados, no repararon en ello.

"Esta juventud…" dijo Darío en un inaudible refunfuño mientras doblaba con esfuerzo la columna para recoger el sombrero. Cuando lo tuvo en las manos no pudo evitar fijarse en él. Era un bonito sombrero de fieltro color ceniza, orlado con cinta negra. Lo contempló unos segundos mientras libraba un combate interior contra una lejana fuerza que insistía en que se lo pusiera en la cabeza, hasta que el escandaloso estornudo del conserje le asustó e indirectamente le forzó a devolverlo a la empuñadura del paraguas.

Seguía lloviendo. Miró hacia los lados sutilmente mientras rumiaba la idea de robar uno de los paraguas. “Ojo por ojo…”, musitó Darío convenciéndose. La pareja se había perdido en las escaleras que conducían a la sala de préstamos y el ordenanza seguía inmerso en la lectura del diario.

Miró el paragüero y a los dos paraguas. Se tomó unos segundos. Tranquilizó los nervios y se armó de valor. Le dio fuerzas pensar que no iba a cometer un robo, que solamente vengaba el hurto de su paraguas naranja. Además aquella extraña fuerza de coger el sombrero seguía viva en su mente. Fue pensar de nuevo en la regañina de su mujer el impulso final para decidirse.

Escogió el paraguas gris.

Era de cuadros escoceses dibujados con diferentes tonos de gris.

Pensó que era más acorde a su gris edad y gris vestimenta.

Además, traía aparejado el regalo de un precioso sombrero.

Y tampoco quería que se mojara la chica del paraguas transparente, a pesar de ser una descuidada.

Ajustó bajo el sobaco el libro que recién había sacado en préstamo, cogió el sombrero con disimulo y se lo colocó en la cabeza con naturalidad, como si lo hubiera hecho toda la vida. Acto seguido, con cierto descaro, extrajo de un tirón el paraguas gris del paragüero. Volvió a mirar a su alrededor. Observó, como lo haría con una pintura, la estampa inamovible del ordenanza, que seguía leyendo en la misma posición y con el mismo gesto evadido y apático.

Darío respiró aliviado. Parecía que no se había dado cuenta de la fechoría. Al dirigirse a la salida se contempló en el reflejo cristalino de la puerta. Se gustó. Sombrero y paraguas combinaban con el gabán gris que vestía.

Una vez en la calle, abrió el paraguas y subió los largos cuellos del gabán en un gesto de protegerse del frío ambiente. La lluvia amainaba y había cedido a un vendaval. Un fuerte soplo que, al doblar Darío la esquina del edificio de la biblioteca, le arrancó sin tapujos el sombrero de su cabeza canosa, volándolo varios metros hacia delante.

 Darío no se percató del lance. Caminaba cabizbajo bajo la defensa del paraguas, ensimismado con la dulce imagen de la pareja enamorada que se había topado en la biblioteca. Una estampa que no envidiaba, más bien añoraba.

Él ya había pasado por aquella etapa de su vida, pero había trascurrido tanto tiempo que al tragar saliva bajó por su garganta el amargor de la vejez, de la vida extinta y la certeza de que el amor de la joven pareja nada tenía que ver ya con el que se profesaban él y su esposa: un viejo que chocheaba y una mujer con una prótesis en la rodilla derecha que apenas la dejaba caminar y la habían convertido en el paradigma de la persona cascarrabias.

 Se asomó a la realidad cuando sus cortos pasos de anciano toparon de nuevo con el sombrero. Lo observó como si lo viera por primera vez. Lo atrajo de nuevo su elegancia. Al recogerlo del suelo lo zarandeó en ademán de limpiarlo. Se lo puso en la cabeza y se contempló en el reflejo del escaparate que tenía frente a él. Se gustó. El color gris del sombrero combinaba a la perfección con paraguas y abrigo. Y en el gesto coqueto de pasar los dedos por el fino fieltro sintió otra vez la fuerza interior que le incitaba a llevarse el sombrero.

Esta vez no hubo remilgos, ni zarandajas éticas. El viejo Darío echó un vistazo a su alrededor y al no ver a nadie que reclamara la prenda la ajustó a la forma de su cabeza y ladeó un poco hacia la derecha. Bajo el ala del sombrero fulguró una fugaz y pícara sonrisa.

Pero al mirar a ambos lados de la calle vacía le asaltó la duda sobre la dirección que llevaba antes de recoger el sombrero. Preguntó a su frágil memoria, pero no halló una respuesta convincente.

El libro en la mano le dio una falsa pista. Siendo lógico, pensó que se dirigía a la biblioteca a devolverlo. Le agradó la idea. Allí estaría protegido del tiempo desapacible y podría sacar otro libro. Leyó el título del que tenía en sus manos: "El hombre de San Petersburgo” de Ken Follet y se inquietó al no acordarse del argumento, al regresar a la mente la silenciosa voz de su mujer en otra de sus cantinelas: "Darío, te olvidas de las cosas con facilidad…, un día de estos vas a perder la cabeza".

Darío se encaminó a la biblioteca sin darse cuenta de que retrocedía sobre sus pasos. Entró y dejó el paraguas en el paragüero del recibidor (junto a un paraguas transparente). Decidió dejar el sombrero, algo húmedo, sobre la empuñadura. Por un momento tuvo la certeza de que la figura estática del ordenanza leyendo el periódico la había visto antes. Se encogió de hombros. Quizás un “dejavú” o seguramente el hombre tenía la costumbre de leer concienzudamente el periódico todas las mañanas.

En la sala de préstamos no reparó en que la sonrisa siempre amable de la bibliotecaria se desdibujó bajo un mohín de asombro cuando le entregó el libro. No entendió por qué la mujer se encogía de hombros, ni tampoco su mente olvidadiza supo informarle que fue ella quien le había prestado aquel libro un cuarto de hora antes. Dio la espalda a la bibliotecaria cuando esta esbozaba una mueca de compasión y pensaba en lo difícil que es envejecer.

Darío merodeó por los cortos pasillos que dibujaban las decenas de estanterías buscando sin criterio algún libro para llevarse. De repente, como la inspiración que llega al poeta, su memoria evocó las palabras que le dijo su mujer cuando se disponía a salir de casa, en el justo momento en el que se había colocado el sombrero de fieltro gris y cinta negra.

“Tráeme algo de Ken Follet”, había voceado ella desde el salón. Y él respondió con un “vale” desvanecido, mientras decidía si llevarse el paraguas naranja o el de cuadros escoceses con tonos grises. 

Darío no recordaba más de aquella conversación, pero fue su mujer la que le recomendó coger el paraguas gris. “Hombre tenías que ser ¿no ves que combina con el gabán que te has puesto?”, le había recriminado ella en el tono hiriente de sus continuas regañinas. Darío, en un acto de defender su indecisión, le había contestado que le gustaba el naranja, que siempre había sido su color favorito. A lo que su mujer, tras caminar con esfuerzo hasta el pasillo e incrustarle el paraguas gris contra el pecho, le objetó: “el naranja es un color para jóvenes y tú ya no lo eres”.

El viejo Darío extrajo de un estante la obra “La clave está en Rebeca”. Miró la foto del escritor impresa en la contraportada del libro. Decía su mujer que era muy guapo, que se parecía al neurólogo que lo trataba, aunque él, sinceramente, no le veía ningún parecido.

“Que tenga buen día”, dijo la bibliotecaria tras sellarle el libro. “Otra vez”, sentenció luego sin evitar una sonrisa jocosa.

El viejo replicó a la  mujer con un gesto amable en el rostro que no ocultaba el desconcierto en la mirada. “¿Otra vez?”, se preguntó. Y, sin llegar a ninguna conclusión, esbozó una sonrisa tímida que instaló en los labios hasta llegar al vestíbulo donde una joven pareja recogía un paraguas de plástico transparente.

Y allí, el visaje sonriente de Darío tornó en preocupación. 

En los paragüeros sólo había un paraguas gris, de cuya empuñadura pendía un bonito sombrero.

Miró al ordenanza extrañado. 

Habría jurado que salió de casa con su paraguas naranja.

 

martes, 29 de abril de 2014

Nuestra Biblioteca celebra el Día del Libro

Con motivo del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, la Concejalía de Educación y Cultura y la Biblioteca Pública Municipal , realiza numerosas actuaciónes y promueve actividades destinadas a promocionar el libro, fomentar la escritura y la lectura.
 
Entre estas actuaciones,  el pasado domingo, 27 de abril,  tuvo lugar la entrega de los premios del:

 III CONCURSO DE MICRORRELATOS DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA DE TORRE PACHECO. El autor premiado fue José Ignacio Señán Cano con un microrrelato titulado "
 "Acabar de una vez”
 
Y la entrega de premios del:
XXI CONCURSO DE NARRACIONES CORTAS VILLA DE TORRE PACHECO.
 
Primer premio dotado de 1.500 euros y diploma para la obra titulada: "El Gran Cretton", de Francisco Javier Angulo Arriaga
Accésit dotado de 750 euros y diploma para la obra titulada: "Gris”, de José Angel Casas Barrigón
 
Tras la entrega de los premios el escritor murciano Luis Leante ofreció a todos los asistentes una magistral conferencia en la que habló sobre la escritura, los viajes y lo que significa obtener un galardón literario.