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El Gran Cretton
Hoy
Le Grand Cretton debería haber comparecido de una vez por todas en el Teatro de la Ópera de St. Lazarus después de tres
aplazamientos. Las entradas están agotadas desde que anunció la llegada de su
espectáculo a nuestra ciudad, hace más de 10 meses. Aunque el precio es
desorbitado con Cretton el lleno siempre está garantizado. Para poder entender
por qué nuestro protagonista suscita una expectación que cabe calificar de
rabiosa resulta conveniente destacar algunos hitos biográficos y artísticos de su carrera.
En 1869 Cecil Craighton pisa las
tablas por primera vez y un lanzador de dagas borracho le salta el ojo
izquierdo. Cuenta con diecisiete años, es huérfano y ha aceptado un dólar por
simular prestarse como voluntario entre el público. Entre éste se encuentra la
mujer que a la postre se convertirá en su esposa, Clara Le Fresnoy. Es cuatro
años mayor que Cecil y acaba de heredar de su padre la tienda de abastos, la armería
y la funeraria ‘Las Puertas del Cielo’. Los
cuidados de Clara durante la convalecencia acaban en boda dos años más tarde en
la iglesia presbiteriana de Oyohusa.
La pasión de Cecil por el
espectáculo de variedades, lejos de atemperarse tras el accidente con el puñal, es
cada vez más intensa. El amor entre ambos crece en la misma medida y ella se
convierte en una fervorosa admiradora de sus cada vez más arriesgados números.
En los ensayos se producen algunos incidentes sin importancia que no van más
allá de algunos cortes y magulladuras. Clara participa como asistente y, merced
a una desahogada posición económica, deciden alquilar el pequeño teatro del
pueblo para presentar a Cecil en sociedad.
La noche del 15 de marzo de 1874 el
Rushfield Odeonde Oyohusa cuenta con una entrada aceptable de unos 170 vecinos.
Tras una serie de habilidosos malabares con antorchas y cuchillos, muy
aplaudidos por los asistentes, los acordes graves del piano anuncian el número
culminante: Una puesta en escena de “El Péndulo”, de Edgar Allan Poe, con una
ligera variación. El “reo” se enfrenta al público en posición decúbito lateral con
los brazos extendidos a lo largo de los muslos mientras el gran disco afilado se
aproxima infinitesimalmente a su frontal en amplias oscilaciones. Al tratar de
liberarse de sus ataduras Cecil pierde la nariz y el dedo pulgar del pie
izquierdo con un par de cortes limpios en la cuarta oscilación del péndulo que
provocan una explosiva profusión de sangre que rocía a las dos primeras filas.
Mientras el público huye despavorido Clara frena el mecanismo y, tras recoger
ambos apéndices, desata a su marido.
En el mes de diciembre del mismo
año, recuperado ya Cecil de sus heridas, la pareja convoca en el Odeon a sus
conciudadanos para ofrecerles una “función de desagravio”. Frente a un
auditorio abarrotado el escapista pierde el pulgar del otro pie y un testículo
en la segunda oscilación. El chorro de sangre alcanza dos filas más que en la
sesión previa y Clara recoge presurosa las dos porciones de su esposo.
En 1875 Cecil rebana con precisión
quirúrgica su propia lenguay pierde definitivamente el habla al tratar de
tragar el sable de un húsar. A partir de ese momento es Clara la que ejerce de
maestra de ceremonias y empieza a presentar a Craighton como Le Grand Cretton. Decididos
a resarcir a su público repiten la función al cabo de dos meses y el
tragasables sufre una grave perforación en el esófago. Solo dos años después de
su debut Le Grand Cretton es ampliamente conocido en todo el estado.
Al año siguiente estrena “Al
abordaje” en un teatro de la capital y al abordar el galeón español un autómata
que le espera agarrado a las jarcias le amputa el brazo derecho por debajo del
codo con un certero mandoble. En un alarde de reflejos Clara captura el
antebrazo en el aire antes de que este caiga a las tablas con alfanje y todo. En
este punto de la trayectoria profesional de Cecil acuerdan evitar las “funciones
de desagravio” por temor a dar al traste con tan lucrativo negocio.
La Comisión de Espectáculos del
Estado de Nueva Brunswick recibe infinidad de quejas de sufragistas,
asociaciones filantrópicas y activistas de diversa índole solicitando la
inmediata prohibición de las funciones. En un comunicado de la Comisión hecho
público a través de los principales diarios del estado el 15 de noviembre de
1876 ésta manifiesta que “… y si bien se reconoce un desafortunado cúmulo de
desgracias acaecidas durante las representaciones del señor Craighton, al que
cabe sugerir un desempeño más diligente de sus actividades, no se puede asumir
que el objeto de dichas actuaciones sea la autolesión por parte del artista. El
señor Craighton ha justificado debidamente la tenencia de todas las licencias y
autorizaciones pertinentes para el ejercicio de su profesión y estar al corriente
del pago de todos las responsabilidades económicas derivadas de su ejercicio.
Por todo ello, y en aras a proteger el ejercicio de la libre expresión artística
reconocida en nuestro ordenamiento, desestimamos las reclamación suscrita por
los colectivos de referencia. ”
Las autoridades federales ratifican
esta decisión al cabo de pocas semanas cuando la fama de los Craighton ya
trasciende las fronteras del estado y sus actuaciones abarrotan las salas. En
1877 representa en un auditorio de un estado vecino nuevamente “El Péndulo”,
pero en posición decúbito supino, tal y como describe el tormento el genial Poe.
En el primerbalanceo del péndulo Cecil vacía su paquete intestinal a través de
una profunda incisión desde el esternón al ombligo frente a un aforo repleto.
Recobrado de la evisceración, en el 78 una guadaña le amputa el pie izquierdo a
la altura del tobillo cuando representa “Cita con la Muerte”. En el 79 pierde
tres dedos de la mano que le resta entre los dientes de una morena al ejecutar
el número “Sopa de Pescado Mortal”. Clara emplea más de treinta minutos en
recuperarlos del estómago del pez. En 1880 estrena “El Sombrerero Loco” y se
desoreja al quitarse la ‘chistera-trampa’para recibir la enfervorecida ovación
del público al finalizar la función.
El pingüe beneficio acumulado a lo
largo de los últimos seis años permite al matrimonio realizar frecuentes viajes
a Europa, donde disponen de un par de propiedades. En la Semana Santa de 1881
deciden viajar en busca de descanso hasta su villa en el Puerto de Santa María,
en el sur de España, y permanecen allí durante los diez meses siguientes.
Mientras ella prepara la temporada y pergeña posibles funciones, él acude con
asiduidad a diversos festejos taurinos en la región y queda prendado de la
Fiesta Nacional.
A su regreso presentan “Olé” y
anuncian una gira que debe llevarles por las principales ciudades del sur del
país. En el estreno y con la música de fondo del primer pasodoble, Cecil recibe
con una verónica muy ajustada a un morlaco muy astifino de 540 kilos. La punta
del pitón dibuja una línea recta y perfecta en el escroto del “torero” y el
único testículo que le queda rueda hasta los pies de Clara, que asiste a la
faena adornada con una peineta de carey.
Hasta la fecha ésta ha sido la
última función de Le Grand Cretton y a tenor de lo que leo en grandes titulares
en la edición extra que acaba de caer en mis manos,no habrá más. Cecil murió el
mismo día que llegó a la ciudad en la habitación de su hotel atragantado con el
hueso de un níspero, a los que era muy aficionado. Alegando un episodio gripal
y otra indisposición pasajera su esposa negoció los aplazamientos. Intrigado
por la dudosa necesidad de solicitar tales aplazamientos una vez muerto su
marido sigo leyendo.
Los empleados traen en volandas al
ayudante del sheriff al detectar un intenso olor a formaldehído y
descomposición en las inmediaciones de la habitación del matrimonio. Tras aporrear
la puerta durante un par de minutos se decide emplear la llave maestra para
encontrar sobre la alfombra del recibidor de la suite un baúl abierto y varios
tarros de cristal destapados de diversos tamaños en los que se observa un
líquido turbio que parece ser formol. En cada frasco una fecha y una anotación.
Al
fondo de la habitación, bajo el gran ventanal de la galería, el cadáver completo
de Le Grand Cretton yace en el diván y su cabeza reposa en el regazo de su
viuda componiendo al trasluz una Pietá desasosegante. En la mesa camilla más
cercana al cabecero del diván un quinqué encendido permite observar el collage
de ocres y grises que es Cecil y también permite a Clara Craighton, de soltera
Le Fresnoy, dar las últimas puntadas con las gafas de cerca caladas en el
puente de la nariz: “Buenas tardes caballeros. En cuanto acabe con esta oreja
podrán proceder al levantamiento de un cadáver como Dios manda por cortesía de
Pompas Fúnebres Las Puertas del Cielo”
Genial!! Merecido premio.
ResponderEliminarSiempre me gustó Poe y el relato me recuerda a él.
Es un cuento excelente. Felicidades al autor.
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