miércoles, 30 de abril de 2014

PRIMER PREMIO XXI CONCURSO DE NARRACIONES CORTAS VILLA DE TORRE PACHECO

Francisco Javier Angulo Arriaga

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El Gran Cretton

Hoy Le Grand Cretton debería haber comparecido de una vez por todas en el Teatro de la Ópera de St. Lazarus después de tres aplazamientos. Las entradas están agotadas desde que anunció la llegada de su espectáculo a nuestra ciudad, hace más de 10 meses. Aunque el precio es desorbitado con Cretton el lleno siempre está garantizado. Para poder entender por qué nuestro protagonista suscita una expectación que cabe calificar de rabiosa resulta conveniente destacar algunos hitos biográficos y  artísticos de su carrera.

            En 1869 Cecil Craighton pisa las tablas por primera vez y un lanzador de dagas borracho le salta el ojo izquierdo. Cuenta con diecisiete años, es huérfano y ha aceptado un dólar por simular prestarse como voluntario entre el público. Entre éste se encuentra la mujer que a la postre se convertirá en su esposa, Clara Le Fresnoy. Es cuatro años mayor que Cecil y acaba de heredar de su padre la tienda de abastos, la armería  y la funeraria ‘Las Puertas del Cielo’. Los cuidados de Clara durante la convalecencia acaban en boda dos años más tarde en la iglesia presbiteriana de Oyohusa.

            La pasión de Cecil por el espectáculo de variedades, lejos de atemperarse tras el accidente con el puñal, es cada vez más intensa. El amor entre ambos crece en la misma medida y ella se convierte en una fervorosa admiradora de sus cada vez más arriesgados números. En los ensayos se producen algunos incidentes sin importancia que no van más allá de algunos cortes y magulladuras. Clara participa como asistente y, merced a una desahogada posición económica, deciden alquilar el pequeño teatro del pueblo para presentar a Cecil en sociedad.

            La noche del 15 de marzo de 1874 el Rushfield Odeonde Oyohusa cuenta con una entrada aceptable de unos 170 vecinos. Tras una serie de habilidosos malabares con antorchas y cuchillos, muy aplaudidos por los asistentes, los acordes graves del piano anuncian el número culminante: Una puesta en escena de “El Péndulo”, de Edgar Allan Poe, con una ligera variación. El “reo” se enfrenta al público en posición decúbito lateral con los brazos extendidos a lo largo de los muslos mientras el gran disco afilado se aproxima infinitesimalmente a su frontal en amplias oscilaciones. Al tratar de liberarse de sus ataduras Cecil pierde la nariz y el dedo pulgar del pie izquierdo con un par de cortes limpios en la cuarta oscilación del péndulo que provocan una explosiva profusión de sangre que rocía a las dos primeras filas. Mientras el público huye despavorido Clara frena el mecanismo y, tras recoger ambos apéndices, desata a su marido.

            En el mes de diciembre del mismo año, recuperado ya Cecil de sus heridas, la pareja convoca en el Odeon a sus conciudadanos para ofrecerles una “función de desagravio”. Frente a un auditorio abarrotado el escapista pierde el pulgar del otro pie y un testículo en la segunda oscilación. El chorro de sangre alcanza dos filas más que en la sesión previa y Clara recoge presurosa las dos porciones de su esposo.

            En 1875 Cecil rebana con precisión quirúrgica su propia lenguay pierde definitivamente el habla al tratar de tragar el sable de un húsar. A partir de ese momento es Clara la que ejerce de maestra de ceremonias y empieza a presentar a Craighton como Le Grand Cretton. Decididos a resarcir a su público repiten la función al cabo de dos meses y el tragasables sufre una grave perforación en el esófago. Solo dos años después de su debut Le Grand Cretton es ampliamente conocido en todo el estado.

            Al año siguiente estrena “Al abordaje” en un teatro de la capital y al abordar el galeón español un autómata que le espera agarrado a las jarcias le amputa el brazo derecho por debajo del codo con un certero mandoble. En un alarde de reflejos Clara captura el antebrazo en el aire antes de que este caiga a las tablas con alfanje y todo. En este punto de la trayectoria profesional de Cecil acuerdan evitar las “funciones de desagravio” por temor a dar al traste con tan lucrativo negocio.

            La Comisión de Espectáculos del Estado de Nueva Brunswick recibe infinidad de quejas de sufragistas, asociaciones filantrópicas y activistas de diversa índole solicitando la inmediata prohibición de las funciones. En un comunicado de la Comisión hecho público a través de los principales diarios del estado el 15 de noviembre de 1876 ésta manifiesta que “… y si bien se reconoce un desafortunado cúmulo de desgracias acaecidas durante las representaciones del señor Craighton, al que cabe sugerir un desempeño más diligente de sus actividades, no se puede asumir que el objeto de dichas actuaciones sea la autolesión por parte del artista. El señor Craighton ha justificado debidamente la tenencia de todas las licencias y autorizaciones pertinentes para el ejercicio de su profesión y estar al corriente del pago de todos las responsabilidades económicas derivadas de su ejercicio. Por todo ello, y en aras a proteger el ejercicio de la libre expresión artística reconocida en nuestro ordenamiento, desestimamos las reclamación suscrita por los colectivos de referencia. ”

            Las autoridades federales ratifican esta decisión al cabo de pocas semanas cuando la fama de los Craighton ya trasciende las fronteras del estado y sus actuaciones abarrotan las salas. En 1877 representa en un auditorio de un estado vecino nuevamente “El Péndulo”, pero en posición decúbito supino, tal y como describe el tormento el genial Poe. En el primerbalanceo del péndulo Cecil vacía su paquete intestinal a través de una profunda incisión desde el esternón al ombligo frente a un aforo repleto. Recobrado de la evisceración, en el 78 una guadaña le amputa el pie izquierdo a la altura del tobillo cuando representa “Cita con la Muerte”. En el 79 pierde tres dedos de la mano que le resta entre los dientes de una morena al ejecutar el número “Sopa de Pescado Mortal”. Clara emplea más de treinta minutos en recuperarlos del estómago del pez. En 1880 estrena “El Sombrerero Loco” y se desoreja al quitarse la ‘chistera-trampa’para recibir la enfervorecida ovación del público al finalizar la función.

            El pingüe beneficio acumulado a lo largo de los últimos seis años permite al matrimonio realizar frecuentes viajes a Europa, donde disponen de un par de propiedades. En la Semana Santa de 1881 deciden viajar en busca de descanso hasta su villa en el Puerto de Santa María, en el sur de España, y permanecen allí durante los diez meses siguientes. Mientras ella prepara la temporada y pergeña posibles funciones, él acude con asiduidad a diversos festejos taurinos en la región y queda prendado de la Fiesta Nacional.

            A su regreso presentan “Olé” y anuncian una gira que debe llevarles por las principales ciudades del sur del país. En el estreno y con la música de fondo del primer pasodoble, Cecil recibe con una verónica muy ajustada a un morlaco muy astifino de 540 kilos. La punta del pitón dibuja una línea recta y perfecta en el escroto del “torero” y el único testículo que le queda rueda hasta los pies de Clara, que asiste a la faena adornada con una peineta de carey.

            Hasta la fecha ésta ha sido la última función de Le Grand Cretton y a tenor de lo que leo en grandes titulares en la edición extra que acaba de caer en mis manos,no habrá más. Cecil murió el mismo día que llegó a la ciudad en la habitación de su hotel atragantado con el hueso de un níspero, a los que era muy aficionado. Alegando un episodio gripal y otra indisposición pasajera su esposa negoció los aplazamientos. Intrigado por la dudosa necesidad de solicitar tales aplazamientos una vez muerto su marido sigo leyendo.

            Los empleados traen en volandas al ayudante del sheriff al detectar un intenso olor a formaldehído y descomposición en las inmediaciones de la habitación del matrimonio. Tras aporrear la puerta durante un par de minutos se decide emplear la llave maestra para encontrar sobre la alfombra del recibidor de la suite un baúl abierto y varios tarros de cristal destapados de diversos tamaños en los que se observa un líquido turbio que parece ser formol. En cada frasco una fecha y una anotación.  
         Al fondo de la habitación, bajo el gran ventanal de la galería, el cadáver completo de Le Grand Cretton yace en el diván y su cabeza reposa en el regazo de su viuda componiendo al trasluz una Pietá desasosegante. En la mesa camilla más cercana al cabecero del diván un quinqué encendido permite observar el collage de ocres y grises que es Cecil y también permite a Clara Craighton, de soltera Le Fresnoy, dar las últimas puntadas con las gafas de cerca caladas en el puente de la nariz: “Buenas tardes caballeros. En cuanto acabe con esta oreja podrán proceder al levantamiento de un cadáver como Dios manda por cortesía de Pompas Fúnebres Las Puertas del Cielo”

         

2 comentarios:

  1. José Ángel (accésit)2 de mayo de 2014, 14:55

    Genial!! Merecido premio.
    Siempre me gustó Poe y el relato me recuerda a él.

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  2. Es un cuento excelente. Felicidades al autor.

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