20. Plena hora punta
Llegó al andén. A toda prisa. Se encontraba tan imbuido en sus propios pensamientos que jamás se permitía observar qué ocurría a su alrededor cuando viajaba en metro.
Aquel día, no sabía bien por qué, se percató de un personaje ajeno a su cotidianeidad. Un hombre mayor que arrastraba un carro y que desprendía un olor tan invasivo que desplazaba a los demás de su lado. Sin saber por qué, lo ayudó a subir su enorme carga, pesada y sucia. Una charla rica en matices y experiencias vividas los acompañaba. Se encontraron cómodos, dejando que las palabras fuesen las protagonistas.
El vagón en silencio. Plena hora punta.
Desde entonces, cada mañana, se sientan juntos en el vagón. Incluso les ceden el asiento y se alejan de ellos.
Todo el mundo les hace un hueco. A veces se pregunta desde su inocencia, por qué será.
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