21. Punto de fuga
Era un amante de la pintura y un asiduo visitante de la Pinacoteca. Pasaba horas y horas ensimismado ante los óleos.
Hay que ver cómo te metes en los cuadros, se decía cuando volvía en sí y recordaba hallarse en el museo.
Un jueves, de pronto, le pareció reconocerse entre las figuras del fondo en un Tintoretto de la Sala Veneciana. Duró apenas un segundo. Enseguida sacudió la cabeza y lo atribuyó a un espejismo del cristal protector.
Y el viernes, en la misma sala, se vio venir, de frente; se vio entrar en la sala junto a un grupo de japoneses, llegar, adelantar la cabeza, acercar la cara y fijar la mirada, como quien escudriña desde el exterior de una ventana.
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